martes, 4 de noviembre de 2008

Lo irreal de la dolorosa realidad

Dicen que soñar no cuesta  nada y la esperanza es lo último que se pierde. Siempre quedamos con la esperanza de dejar un mundo mejor para nuestros nietos y ni siquiera tuvimos hijos. Lo ideal casi nunca llega y no terminamos estrellando contra un muro.
De repente volvemos a pronunciar aquella frase: "Soñar no cuesta nada". Es cierto no cuesta, lo que cuesta, es reponerse luego al levantarse en cada intento fallido. Es duro dejar de pensar cuando uno es niño en que Papá Noel o la cigüeña existen. Bien decía Mafalda: "El dinero no hace la felicidad, pero hay que reconocer el esfuerzo que hace por imitarla". 
Nos sumimos en un mundo lleno de tarjetas y créditos. Pensamos que el mundo se viene abajo con tanto stress que flota en el ambiente. Que pensamiento pesimista dentro de un mundo utópicamente positivo. ¿Y la esperanza? Ah sí. Es lo último que se pierde y bueno aún nos queda. Como los violinistas del Titanic (se ahogaron con la esperanza de ser recordados y hoy la mayoría no sabemos quienes son) mantenemos la esperanza hasta el final. 
La cruda realidad los atrapó. Yo, por ahora, lucho para mantenerme en otra dimensión. Salgo, salto y corro para escapar. Utilizo al niño que llevo dentro para escapar. ¿lo hago trabajar? Es un niño, no lo merece. Pero es la cruda realidad y él tampoco escapa. Mientras la esperanza no se pierde y Diego Torres continúa cantando "Color Esperanza".
Pueda ser que en algún momento Esperanza se canse de soñar y se estrelle en un último muro. Quién sabe. Por el momento sigamos esperanzados de qe puede llegar un mundo mejor por esos nietos que llegaran cuando lo decidan nuestros hijos.