martes, 27 de mayo de 2008

¿Cuánto pesa una mesada?

Nunca tuve ni siquiera una remota idea de cuanto puede pesar una mesada. Defínase por mesada aquél lugar en nuestra cocina donde se encuentra el lavatorio de los platos. Donde dicho sea de paso, además de lavar nuestros platos, enjuagámos nuestras desdichas culinarias. Debo confesar incluso que ni siquiera sabía que se le llamaba de esa forma. En otros países se les llama lavador, lavadero, fregadero, entre otros.
Pues bien, sino conocía su nombre casi casi científico. Menos podía imaginarme cuanto puede pesar un mesada. Y, diciendo esto, no me refiero al peso de su masa corpórea (o en este caso 'lavadórea') sino al eso que puede adquirir en la elaboración de un vivienda. Paso a explicar.
Hace unos días vino un inspector a mi casa. Vino envíado por un ente llamado Contaduría General (se encarga, entre otras cosas, de verificar que una vivienda es apta para alquilar por una persona y sirve de garantía aunque en ocasiones mas bien sirve de estorbo). Este hombre de envergadura considerable y aspecto de 'homeless' tocó a mi puerta con dos días de atraso y otro igual tanto de plantones (citas en las que me plantó).
Como es parte del sistema burocrático uruguayo-mundial, fiel a sus convicciones, le importó un bledo, comino o pepino disculparse. Pero si tuvo el descaro de decirme que la ausencia de una mesada imposilitaba el uso de la "vivienda" que ya estaba alquilando y ocupando felizmente como "vivienda". En pocas palabras el apartamento que yo habitaba tranquilamente no estaba apto para habitar.
Es como si alguien viniese y te dijera: "Señor hemos decidido que su padre no lo va a ser más porque no está apto para ser padre". ¡Diablos, que hijo de... su madre! En fin, el tipo esto habiendo dado su veredicto se fue de lo más orondo sin escuchar que yo no necesitaba aquella mesada para habitar mi hogar dulce hogar.
Ahora resulta que a mi apartamento para no perjudicarnos ni el dueño, ni la inmobiliaria, ni yo, debemos agregarle un apéndice llamado mesada. De seguro quedará muy linda en medio de mi sala gracias al Hijo de... su Contaduría.

viernes, 23 de mayo de 2008

Tema de nunca acabar

Escribir con el hígado es un arte que cada encolerizado periodista desarrolló en alguna ocasión. De más está decir que intenté tranquilizarme muchas veces antes de escribir cualquier nota. Aunque a veces eso ni se nota. Pero cuando hablamos de burócratas el enojo sale por simple albedrío.
Entre tantas anécdotas, cada quién debe tener la suya propia de sí mismo, expongo esta vez la mía como para retorcerles el estómago y para embarrarles en la cara que yo puedo exponer la mía y ustedes no.
La contaduría de la nación es un ente que ha sido creado para darle garantía al inquilino y al propietario la seguridad de que los acuerdos se cumplan en tiempo y forma. Pero ha llegado a ser tan autónomo, omnipotente e insolente que he llegado a descubrir que el cumplimiento de sus funciones se cumplen a rajatabla según lo estipulado.
Alquilé un apartamento de aquellos pequeños. Algunos dirían que es un bulín para solteros y otros un hogar dulce hogar. Pero ese no es el tema en discusión. Lo será luego que lean esto. Sino que este apartamento tan dulce y cotidiano carecía de una mesada, un lavatorio para limpiar los trastes, o como quieran llamarlo.
Al carecer de esto, según contaduría que no entiende de romanticismos (el romanticismo de lavar los platos en el baño), no se encuentra apto para el consumo humano. O valga decir para su habitación. Eso me lo vienen a a decir cuando ya llevo viviendo allí dos semanas.
Es increíble ver como se vive en un lugar no apto para vivir. Y es que no sé si ahora no sé vivir. Recién me entero. O es que será que los de Contaduría no saben lo que es vivir.
El hecho está que gracias a ellos toda la inversión que hice en el apartamento está por convertirse en pérdida. El dueño puede verse envuelto en un lío para poder desalajarme (en Uruguay la ley protege al inquilino). Y la inmobiliaria podría perder a un par de clientes honesto y respetuosos de la ley. Tanto que la harán cuimplir en su momento.
Todo esto gracias a tres tristes tontos de trabalenguas que juegan a hacerse los graciosos con una mesada. Todo gracias a los mismos incompetentes burócratas que nos entretienen con sus ocurrencias. ¿Quién podría vivir sin ellos?: Yo.

sábado, 17 de mayo de 2008

De banderas y otros trapos

Existe entre muchos trapos y otros tantos menestéres uno muy especial. La bandera nacional. Sea cual sea. Del color que sea. Franjeada o entera. Pabellón o estandarte. Sea del país que fuese, siempre será un trapo venerado. Pero, y aquí llega el pero que siempre inicia conversaciones, sigue siendo un trapo.
Cuando estuve indagando sobre el respeto que se le tiene a las distintas banderas. Me encontré con un caso bastante especial. La bandera uruguaya. Bandera inmutable y tan inmutable que no se puede coser, remendar, planchar, lavar y mucho menos quemar en señal de reprobación o traición a la patria. Recuerdos algunas banderas quemadas en plaza Dos de Mayo.
Y es que me puse a pensar (muy extraño a lo que mucho piensan que puedo o debo hacer) y cavilé, porque cavilaba y cavilaba, mientras caminaba, llegando a la conclusión que si de casualidad pasa un paloma (de esas que defecan como vacas en Montevideo) y ensucia una inocente banderita esta se quedaría sucia.
Me explico: la bandera uruguaya sirve hasta que no se dañe el cuadrado donde va el sol. Según profesores de cívica puede estar hecha hilachas, pero si el cuadro está intacto aún sigue viva.
Retomando el ejemplo de la paloma. En caso de ser ensuciada 'excrementariamente' o en español vular 'excrementada' sólo habrían dos opciones. O dejarla sucia, porque no se puede lavar, o darle santa sepultura y cambiarla por una más nueva, joven y con la cara limpia. La reemplazada sería guaradada hasta ser quemada en fecha especial.
Digo está bien respetar y venerar nuestras banderas, sea cual fuese, pero no hay olvidar que sigue siendo un trapo. Y los trapos cuando se ensucian se lavan, si se descosen se cosen y si se arrugan se planchan. Sino, ¿se imaginan si nuestros pañuelos fuesen tratados de la misma forma?