martes, 23 de octubre de 2007

Capitulo 2: Furia y Catigo

Tres criaturas grotescas se encontraban de pie, en fila, temerosas. Temblaban de pánico esperando por una respuesta que no llegaba. Se mantenían en la espera de una sóla palabra que podía significar salvación o muerte. Clemencia o condena. El que estaba en medio de los tres parecía el líder porque a pesar del miedo denotaba en sus gestos cierta autoridad sobre los que lo flanqueaban. Eran Trolls, unos seres horripilantes con huesos largos y piel como la de un reptil. Eran flacos, largos, de orejas grandes y colgantes, nariz puntiaguda, ojos enormes y piel lampiña. En vez de vellos, tenían más bien una especie de escamas sobre su reseca piel. El único lugar donde les crecía pelo era en la cabeza, pero de igual forma era bastante ralo. Se encontraban vestidos con una especie de falda que los cubría desde el abdomen hasta los muslos. Estaba sujetada con un cinturón donde colgaban unas dagas muy afiladas y una espada mal labrada.
Frente a ellos, sentado sobre un trono muy antiguo, se ubicaba Delfor. Un mago muy alto y canoso el poco cabello que le quedaba. Vestido con una túnica negra y una capucha que colgaba de la nuca a la espalda. Destacaba su piel albina en el rostro y sus dedos largos, delgados y arrugados donde sobresalía un anillo con un rubí inmenso. Su apariencia era imponente, a pesar de estar sereno, lo que justificaban el miedo que dominaba a los trolls.
El lugar era inmenso, con techos muy altos y una estatua de soldados con cabeza de águilas en el contorno del salón. Dos trolls vestidos con armaduras para la batalla custodiaban la puerta de entrada y un gran velo granate colgaba desde el techo hasta el piso detrás del trono.
Delfor parecía pensar con bastante pasividad. De repente el troll del medio habló:

- Su majestad, le juro que de un momento a otro desapareció.
- ¿Dices que nadie vino por ella? –interrogó Delfor.
- Nadie, sino hubiésemos combatido su majestad.

Delfor continuó pensando hasta romper el silencio con su ronca y potente voz:

- Ya no puedo confiar en ustedes, debería eliminar a toda tu insignificante raza.

El troll líder bajó la cabeza y los que estaban a su lado, e incluso los guardianes de la puerta principal, lanzaron un chillido debido al miedo. Hubo un nuevo silencio y el mago agregó:

- Debes agradecer que soy una persona justa.
- Sí, su majestad –se apresuró a responder el troll pensando en que lo peor había pasado.
- Así que tu mismo te matarás para salvara tu raza de mi poder devastador.

Ahora el líder sí tembló. Se arrodilló clamando piedad.

- Lo siento Carium. Realmente lo siento mucho por ti. Pero tu fracaso me hace quedar mal y debe ser castigado.

Los trolls que flanqueaban a Carium se sintieron más aliviados, aunque a la vez miraban a su líder con resignación. Delfor había decidido y nadie podía conmoverlo para que cambiase de parecer. Incluso si intentaban interceder sabían que podían ser ellos los próximos castigados. Carium en el piso rogaba por otra oportunidad, mas Delfor no se inmutaba.
- He dado una orden –señaló enérgicamente el mago- o prefieres que yo mismo te ejecute.
- Ninguna de las dos, te suplico otra oportunidad. Esta vez si te la traeremos. –rogó el troll.
- Bueno, no me dejas otra opción.

Dicho esto Delfor tomó un bastón que se recostaba al trono. Se puso de pie y apuntó con el bastón hacia Carium. Una luz salió del bastón y le dio de lleno al troll. Carium comenzó a retorcerse en el piso por el dolor que sentía en su interior. Los otros ocupantes de salón procuraban no oír los chillidos aterradores del troll, ni observarlo. Las venas de Carium en el piso se hinchaban. El pobre ser no sabía ni que parte del cuerpo tomar con sus manos para aliviar el dolor. Una sonrisa se esbozaba en el rostro del malvado mago.de pronto el troll dejó de moverse. El cuerpo quedó inerte en el piso. Las venas volvieron a su origen y un hilo de líquido viscoso de color verde brotaba de entre los labios, su nariz y sus ojos.

- ¡Que pase Glasorte! –ordenó Delfor a los guardias de la entrada.

Uno de los trolls abrió la puerta y desapareció al cerrarla cuando salió. Delfor se sentó nuevamente y permaneció en silencio. Los trolls frente a él no sabían donde mirar. Si dirigían la mirada al suelo se sentían asustados y si la dirigían al frente, donde se ubicaba Delfor, sentían como si le estuviesen faltando el respeto al mago. Pronto esto se solucionó de manera mediática al sentir que la puerta se abrió nuevamente.
Un ser más alto que el propio mago ingresó en el salón. Vestía un sobretodo esmeralda, de apariencia humana y cabello largo y peinado hacia atrás. Una especie de trenza caía sobre su espalda. Su mirada estaba fija hacia los ojos de Delfor. Se notaba que le tenía respeto, mas no miedo. Se acercó a paso firme al trono y después de pasar por encima del troll que yacía en el suelo habló:

- Hola Delfor, ¿para qué me envías a tus sirvientes a buscarme?, ¿por qué me insultas olfateándome con tus perros? Acaso, ¿no fue suficiente la última vez que me traicionaste?

Delfor sonrió y el clima agrio que se había formado diluyéndose con sus carcajadas.

- Siempre tan directo mi querido Glasorte. Si te he hecho venir hasta acá es porque te va a gustar lo que te voy a ofrecer y se que tú lo sabes bien sino no hubieses venido. –cambió su expresión por una más seria y ordenó- ¡Todos fuera!.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Capítulo 1: El Descubrimiento

Ahí se encontraba ella. Toda sucia. Bañada completamente de barro de los pies a la cabeza. Su cabello rojo ya no resplandecía al sol como lo había hecho hace algunos días atrás. La oscura noche había logrado ocultar sus ojos celestes color cielo. No lograba entender como había podido llegar hasta ese punto. Arrodillada en el fango, despeinada, sollozaba suplicando que alguien viniese a rescatarla. Una esperanza en el fondo de su corazón intentaba convencerla de que todo debía ser un sueño. Mas no era un sueño, lo que vivía se había tornado en una pesadilla. El frío de la helada noche y su vestimenta húmeda, sucia y raída le indicaba que todo había sido real.
Se levantó dejando atrás el gran charco con lodo en medio de la carretera. Buscaba con la mirada algún lugar conocido en donde protegerse de la lluvia que caía sobre ella, limpiando ligeramente las manchas de barro que luchaban por impregnarse en su ropa y en su blanca piel. A lo lejos observó unas luces. Todo parecía indicar que se encontraba a las afueras de una ciudad. Pensando que se encontraba sola, en un lugar como ese el cual no reconocía, colocó un pie delante del otro y comenzó a caminar lenta y temerosamente con dirección a la ciudad que pensaba había podido ubicar a lo lejos.
La lluvia continuaba incesante. Ella miraba hacia el cielo. Mientras, avanzaba intentando descubrir la luna o alguna estrella que ilumine y la guíe en esa tétrica noche. Nada aparecía, el cielo se encontraba totalmente cerrado. Cubierto completamente por unas negras nubes cargadas plenamente con agua. Parecía que no iba a dejar de llover nunca. La carretera por la que caminaba parecía bastante estrecha. Con las heridas en sus brazos y piernas el camino lo notaba mucho más complicado. Se terminó de limpiar como pudo con el agua de lluvia. A donde sea que fuese debería verse lo más presentable posible, pensó.
Revisó los bolsillos de su pantalón, sacó de ellos: su billetera, una daga de oro, un amuleto que no recordaba de donde había salido y una llave. Vio dentro de la billetera comprobando que aún conservaba suficiente dinero para lo que viniese. La cerró y la guardó nuevamente, parecía conforme con lo que había visto. Pero algo llamó mucho más su atención: el amuleto.
Una especie de moneda gigante colgaba de un acuerda común y corriente. En el perímetro de la moneda había escrito algo en un idioma que no lograba descifrar.

¡Sólo la verdad de los inocentes… despertará a la
emperatriz escondida… y sus ojos impartirán justicia!


No le parecía que fuese algún idioma nunca había leído nada con esos signos. En el medio de la moneda se dibujaba una gran “V” que cruzaba a la moneda en sus extremos y en su intersección. En el medio de la “V” dos ojos cerrados de mujer, como durmientes, sobresalían nítidamente. Habían sido tallados, además, de manera muy fina y peculiar. Al terminar de revisarlo se lo colgó en el cuello curiosa por descubrir de que se trataba.
Intento recordar como había llegado ese amuleto a sus bolsillos pero no lo logró. Se esforzó mientras seguía rumbo a las luces, y en cambio, de lo que alcanzó a darse cuenta es de que ciertas lagunas habían invadido su memoria. Pasajes de lo que aconteció con anterioridad habían sido excluidos de su memoria, como cuando se borra deliberadamente información de un disco duro. Se convenció finalmente de que por más que hiciese por recuperarlos, ciertos recuerdos sobre hechos del pasado, dejaron de ser suyos. Fueron declarados desparecidos por su memoria. Recuerdos que quizá pudieron explicarle dónde estaba y por qué estaba en ese lugar que seguía sin reconocer, sola, perdida y maltratada.
Siguió caminando por aproximadamente veinte minutos rumbo a la ciudad que creía que encontraría. De un momento a otro dejó de llover y una bruma muy espesa apareció opacando las luces. Ella pensó que si no hubiese estado tan cerca de aquéllas luces, en ese momento en que el clima cambió tan radicalmente, lo más probable es que no hubiese podido encontrarlas. La visibilidad se volvió casi nula. El lugar a donde ser dirigía debía estar a no más de uno s doscientos metros. Pero, ¿cómo llegar si no se ve nada en cinco metros a la redonda?, pensaba. Siguió caminando igual hacia la misma dirección donde estuvo orientada antes.
De repente sintió la presencia de alguien. No podía divisar a nadie pero tenía la sensación de que estaba siendo vigilada. Mientras continuaba su camino aferraba dentro de su bolsillo la daga de oro. Una ráfaga de viento trajo consigo el frío. La temperatura bajó, entonces, notablemente de manera más que radical. Tan radicalmente como se había ido la lluvia y llegado la bruma. Este frío intenso la obligó a soltar la daga y cruzar los brazos intentando protegerse y entrar en calor. Sólo iba vestida con un pantalón de tela, una blusa ligera y unos zapatos cerrados de gamuza. Parecería que llevase puesta una vestimenta clásica de oficina. Sea lo que fuese se trataba de una ropa poco adecuada para ese preciso momento.
Continuó avanzando con mayor dificultad en cada paso que daba. Sabía muy por dentro de ella que la única esperanza que tenía para salvarse reposaba donde se encontraban aquéllas luces que vio. Allí podría pedir ayuda. Una vez en el lugar podía darse el caso de dejarse estar, pero no ahora. En el momento que encontrara a alguien que la auxilie, sólo en ese momento, podría soltar aquello dentro de ella que la mantenía en pie.
Pasó por debajo de un arco que se elevaba por encima de la carretera. Debía estar en la puerta de la ciudad. No lograba divisar a nadie aún, pero seguía sintiendo que la vigilaban. En las bases del arco había escrito algo en el mismo idioma incomprensible, para ella, que se encontraba en el medallón que llevaba colgado en el cuello. Las fuerzas no le daban para investigar en ese momento. Sino se apuraba lo más probable es que su siguiente investigación sería la de calcular el tiempo en que los gusanos tardan en comerse su cuerpo. Así que siguió avanzando. Sus energías se iban de su cuerpo. Sentía que se iba a desmayar. Dio algunos cuantos cortos pasos adicionales y no pudo más. Cayó de rodillas con las manos en el suelo para no golpearse la cara. Sólo fue un movimiento instintivo, un reflejo. Apretó los ojos intentando obtener un poco más de fuerza para caminar y encontrar a alguien que la ayude, pero parecía imposible. Sólo pudo abrir los ojos nuevamente con la mirada hacia el suelo. Sintió una nueva ráfaga de viento y sintió lo peor.
Esta vez el viento había sido más templado. Levantó la mirada con lo último que le quedaba de fuerzas en el cuerpo y notó que la bruma comenzaba a desaparecer. Pero a la vez su vista se comenzaba a nublar. Escuchó levemente unos pasos acercándose. Sus sentidos la abandonaban de a pocos y el cambio de clima esta vez no había sido tan brusco. Así que no lograba reconocer a quien se acercaba. Lo único que pudo notar fueron unas botas negras y una persona con un sobretodo. Parecía ser alguien muy alto. Intentó observarle el rostro pero quien sea que fuese llevaba una capucha puesta, que junto a la aún oscura noche y la contraluz que creaban detrás aquellas luces, le hizo imposible cumplir con su cometido. Ella no tenía más fuerzas en lo absoluto. Rogaba por dentro de que fuese alguien de bien porque sino sería presa fácil de cualquier ataque.
Esta persona se acercó al punto de pararse a su lado. La tomó de los brazos levantándola. Ella no sabía si temer o confiar. Igual, lo que eligiese ahora no influiría en nada sobre lo que iba a suceder. Esta persona la levantó cargándola en sus brazos. Ella al borde del desmayo buscó verle el rostro para ver quien la llevaba pero falló de nuevo. Se dio cuenta que esta persona la hacia las luces. Su suerte estaba echada y ella no podía elegir esta vez. En eso la persona habló con voz ronca y paternal:
- Tranquila Aída, te estábamos esperando.
Al escuchar su nombre sintió mucha seguridad y se dejó estar en los brazos de aquél extraño sujeto.

lunes, 15 de octubre de 2007

Encuesta

En estos últimos días llegó a mi una resequedad interior lo cual ha produjo un desierto en la escritura de mis blogs. Pero a todo eso debo agregar que una duda se ha clavado en mí como un puñal a traición. la indecisión ma ha hecho sucumbir, he de aceptarlo.
La duda existencial que me acongoja es acerca de que voy a seguir escribiendo. Me gustaría empezar a escribir un libro a través de este blog o de quizá uno aledaño, pero en todo caso no se si escribirl el libro o seguir escribiendo este blog. Pues, no me gustaría traicionar la fidelidad de los lectores de "Sin Paradero".
En todo caso lo dejo a su libre albedrío la decisión que en el futuro tomaré. Ustedes eligan que prefieren el libro o estos textos irreverentes. Me dejan sus comentarios.

lunes, 1 de octubre de 2007

Concursos

Hace unos días asistí a un torneo de creatividad que no es otra cosa que una reunión de fumones sin marihuana que dan rienda suelta al cerebro como hamster a su rueda. Casos hay muchos pero una de las cosas que me llamó la atención fue una frase del director ejecutivo de la empresa que organizaba dicho evento.
Esto tiene que ver, claro, con mi reciente frustración al no haber sido seleccionado este humilde pero corajudo blog en el concurso del cual venía siendo partícipe. Me siento frustrado por el simple hecho de no seguir avanzando. Porque para decir verdad este blog está hecho para el simple deleite de historias sin sentido por parte del público lector.
Aunque desde el ego de cada individuo, en este caso el mío, cada eliminación de un concurso es una frustración. Y si tomamos el concepto de los hinchas futboleros previo a un mundial, cada eliminación un fracaso. Pero no soy tan drástico conmigo mismo y no lo seré de nuevo.
Así que retomando el tema inicial. Al darnos la bienvenida al concuro creativo, dicho director ejecutivo, nos dijo que no debiésemos sentirnos mal sino ganamos. Algo parecido a lo que el jurado calificador de esta ocasión le repitió a un novel escritor de blogs que consultó porque lo habían eliminado. Dicho jurado respondió: "no es que al tuyo le falte algo, sólo que un jurado decidió que había otro mejor que el tuyo, pero igual es algo subjetivo". Pobre muchacho, ¿cómo se habrá sentido?, ¿qué puede entender de subjetividad este iluso?
En todo caso el director ejecutivo fue más sincero y medido con sus palabras. "Lo que pasa es que detrás de la decisión habrá jurado hijo de p... que considera que no debes ganar". Algo más sincero y loable de resaltar. A sangrar por la herida compañeros.